Francisco Alvarado
Nacido
en 1756, de humildes orígenes campesinos, frecuentó de niño el colegio de los
jesuitas en Marchena y a los quince años ingresó en el convento dominico de San
Pablo de Sevilla. Allí desarrollará estudios de filosofía y teología hasta la
primavera de 1778, en que pasa al Colegio de Santo Tomás de Aquino de la
capital hispalense, donde reside diez años.
Al
llegar los soldados franceses a Sevilla, en 1810, marchó a Tavira (Portugal),
donde escribirá, alarmado por el curso que tomaban las discusiones
constitucionales de Cádiz, casi medio centenar de cartas publicadas por sus
amigos Francisco Rodríguez de la Bárcena y Manuel Freyre de Castrillón, ambos
diputados a Cortes, desde 1811. A estas cartas hay que llegar un tomo de once
Cartas inéditas, publicado póstumamente en 1846 pero compuesto después que las
Cartas aristotélicas y antes que las 47 Cartas críticas, entre agosto de 1810 y
febrero de 1811; podrían titularse Cartas a Cienfuegos, por ser el futuro
arzobispo de Sevilla y cardenal Francisco Javier Cienfuegos Jovellanos el
destinatario de diez de ellas y Francisco Gómez Fernández el de una sola; en
ellas expone los proyectos de reforma de España -o más bien regeneración
conforme a los ideales absolutistas- para ser tratados en las nuevas Cortes
reunidas en Cádiz.
Pronto,
sin embargo, se dedicará a combatir a los progresistas al observar la deriva de
las discusiones, en las llamadas Cartas críticas del filósofo rancio, donde
exhibe una gran erudición polémica no exenta de cierta capacidad de análisis y
aún de cierto gracejo en su lenguaje y en su estilo, imitado de Cervantes, a
quien había leído mucho, pues, además, procura aliviar los argumentos con
cuentecillos y facecias, influido por las técnicas predicadoras del sermón. Al
contrario que otros adversarios mucho más sanguinarios, como el padre Agustín
de Castro, procuró usar la razón para combatir, por ejemplo, las ideas de
Rousseau, sin aflojar sus ideas reaccionarias partidarias de la sociedad basada
en el Altar y el Trono, con total convencimiento de sus ideas. Todas esas
cartas fueron editadas más tarde en 1824 y 1825 en cinco tomos.
Las
Cartas aristotélicas, escritas entre mayo de 1786 y noviembre de 1787, pero
impresas en 1825, combaten los sistemas opuestos al escolasticismo, en especial
el eclecticismo, revitalizado en el siglo XVIII por obra del médico y lógico
valenciano Andrés Piquer. Alvarado defendió la Inquisición, de la que fue
nombrado consejero por Fernando VII poco antes de fallecer. También escribió
Carta de un tomista de Sevilla.
En estas
obras Alvarado se erigió como acérrimo adversario de toda innovación filosófica
o política ilustrada, liberal, afrancesada, jansenists, masónica o
librepensadora. Por ello atacó a escritores y pensadores como Joaquín Lorenzo
Villanueva, Bartolomé José Gallardo o Agustín Argüelles, quienes procuraron
responder en diversos escritos a las cuestiones que suscitaba el fraile
dominico, seguramente la cabeza más importante del grupo reaccionario gaditano
y uno de los libelistas reaccionarios más destacados junto a Rafael de Vélez,
Agustín de Castro, El Setabiense, Miguel de Lardizábal, el padre Ceballos, José
Joaquín Colón, etc.
Recientemente,
en su tesis doctoral, el filósofo, teólogo y periodista Julio Herrera González
ha descubierto cuatro obras inéditas de Alvarado y ha desvelado nuevos detalles
sobre su biografía, pensamiento y seguidores.
Obras Literarias
Cartas
críticas que escribió el Rmo. padre maestro Fr. Francisco Alvarado, del orden
de Predicadores, ó sea el Filósofo rancio, en las que... se impugnan las
doctrinas y máximas perniciosas de los nuevos reformadores. Madrid, Impr. de E.
Aguado, 1824-1825, 5 vols. El quinto, de 1825, lo constituyen las diecinueve
Cartas aristotélicas, escritas con anterioridad, entre mayo de 1786 y noviembre
de 1787.
Cartas
inéditas del P. Mtro. Fr. Francisco Alvarado, de la orden de Predicadores,
conocido con el nombre del Filósofo Rancio, dirigidas, diez al Emmo. Sr. D.
Francisco Javier Cienfuegos, hoy cardenal de la santa iglesia romana y
arzobispo de Sevilla, y una á D. Francisco Gómez Fernández, Madrid: Imp. de D.
José Félix Palacios, 1846.
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